Durante su actuación en el escenario West Holts, el vocalista Bobby Vylan gritó al micrófono: “Free, free Palestine”, seguido por el polémico cántico “Death, death to the IDF”. Detrás del artista, una pantalla mostraba el mensaje: “La ONU lo llama genocidio. La BBC lo llama conflicto”, en referencia a la cobertura del conflicto en Gaza.
El subsecretario de Estado de EE.UU., Christopher Landau, confirmó la revocación de las visas a través de X: “Los extranjeros que glorifican la violencia y el odio no son visitantes bienvenidos a nuestro país”. La medida obligó a cancelar una gira de 26 conciertos en ciudades como San Francisco, Nueva York, Chicago y Montreal.
En el Reino Unido, el primer ministro Keir Starmer calificó los cánticos como “discurso de odio espantoso”, mientras que la Policía Metropolitana revisa imágenes del evento para determinar si se incurrió en delitos penales. La Embajada de Israel en Londres expresó su “profunda preocupación” por lo que consideró una retórica inflamatoria.
En respuesta, Bobby Vylan publicó en Instagram: “Lo dije y lo mantengo. Enseñar a nuestros hijos a alzar la voz por el cambio es la única forma de hacer de este mundo un lugar mejor”, defendiendo su postura como expresión política y artística.
Este caso reabre el debate sobre los límites de la libertad de expresión en contextos artísticos, especialmente cuando se cruzan con tensiones geopolíticas y acusaciones de antisemitismo.
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