La administración del presidente estadounidense Donald Trump ha intensificado en los últimos días sus esfuerzos para desplazar a Nicolás Maduro del poder en Venezuela, en el marco de una estrategia que combina presión política, acusaciones de narcotráfico y operaciones militares en el Caribe. Así lo reveló este martes un artículo del diario The New York Times, que destaca el papel protagónico del secretario de Estado, Marco Rubio, y del asesor de seguridad interna, Stephen Miller, en el diseño de la ofensiva.
Según el medio neoyorquino, Washington busca presentar a Maduro no solo como un gobernante ilegítimo, sino como jefe de una red de narcotráfico con alcance internacional. La narrativa que impulsa la Casa Blanca pretende también mostrarlo como un fugitivo de la justicia cuya permanencia en el poder representa una amenaza directa para la seguridad nacional de Estados Unidos.
En las últimas semanas, la presencia militar norteamericana se ha reforzado en aguas del Caribe. La administración Trump ha autorizado operaciones navales con capacidad ofensiva, en las que ya se han registrado ataques contra embarcaciones civiles acusadas de transportar drogas vinculadas a organizaciones criminales que operarían con apoyo del régimen venezolano. El propio Trump insistió este martes en que el despliegue responde a la necesidad de cortar las rutas del narcotráfico hacia su país.
“Veremos qué pasa con Venezuela. Golpeamos varios botes y, desde que hicimos eso, no tenemos absolutamente ninguna droga entrando por vía acuática, porque fue letal. Ahora vamos a mirar a los carteles que vienen por tierra”, afirmó el mandatario, en declaraciones previas a un encuentro con generales en Virginia.
Una estrategia con múltiples frentes
Las acciones recientes se suman a la acusación formal del Departamento de Justicia de Estados Unidos, emitida en marzo de 2020, que señala a Maduro y a varios de sus altos funcionarios como integrantes del denominado Cartel de los Soles. Según Washington, esta organización habría utilizado estructuras estatales para facilitar el tráfico de toneladas de cocaína hacia Norteamérica, en coordinación con guerrillas colombianas como las FARC y el ELN.
El anuncio de recompensas millonarias por información que conduzca a la captura de Maduro y sus colaboradores reforzó la línea dura de la Casa Blanca. Para analistas internacionales, se trata de una estrategia que combina diplomacia coercitiva con presión judicial y despliegue militar, un trípode que busca aumentar el aislamiento del gobierno venezolano tanto a nivel interno como externo.
Reacciones y contexto regional
El gobierno de Maduro, por su parte, ha rechazado las acusaciones, calificándolas como un “nuevo montaje imperialista” para justificar una intervención militar. En un comunicado difundido por la cancillería venezolana, Caracas aseguró que Washington intenta desviar la atención de la crisis sanitaria y económica que atraviesa Estados Unidos debido a decisiones tomadas en medio de la pandemia de COVID-19 acaecida hace unos años.
Mientras tanto, organismos multilaterales como la Organización de Estados Americanos (OEA) y gobiernos aliados de Washington en la región han respaldado los llamados a intensificar la presión contra Maduro. Sin embargo, países como México y Argentina han reiterado la necesidad de privilegiar salidas pacíficas y negociadas, alertando sobre el riesgo de una escalada militar en la zona.
En paralelo, el despliegue estadounidense en el Caribe también ha generado preocupación en Colombia, país vecino de Venezuela y aliado estratégico de Washington. Autoridades de seguridad colombianas han manifestado que el aumento de operaciones militares en la zona podría tener repercusiones en la frontera, donde confluyen migración irregular, grupos armados y actividades ilícitas.
Un pulso de alto riesgo
La apuesta de Trump refuerza el discurso de “máxima presión” que ha caracterizado su política hacia Venezuela desde 2017. Sin embargo, expertos advierten que, a pesar del despliegue militar y de las sanciones económicas impuestas, Maduro conserva control sobre las instituciones y respaldo de actores internacionales como Rusia, China e Irán.
El escenario, entonces, se configura como un pulso de alto riesgo, donde la narrativa del narcotráfico sirve de plataforma para justificar mayores medidas de presión. La pregunta de fondo es si Estados Unidos dará un paso más hacia una intervención directa o si continuará con la combinación de presión militar y aislamiento diplomático, sin un desenlace inmediato en la crisis venezolana.
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