El colombiano Jerson Lagos, jugador del Auckland City FC de Nueva Zelanda, está a punto de cumplir el sueño que pocos alcanzan: disputar un Mundial de Clubes de la FIFA. El equipo neozelandés logró su cupo al consagrarse campeón de la Liga de Campeones de Oceanía, y Lagos fue elegido figura en la gran final frente al AS Pirae de Tahití.
Lagos, extremo por banda y con vocación de ida y vuelta, fue clave en el partido definitivo al aportar una asistencia decisiva. Su velocidad y entrega han sido reconocidas por la prensa local, pero su historia va mucho más allá del campo de juego.
Nacido en Colombia, Lagos emigró con su familia a Nueva Zelanda cuando tenía apenas tres años, huyendo de la violencia. Allí, sin conocer el idioma ni la cultura, encontró en el fútbol una herramienta para integrarse y comenzar una nueva vida. “Cuando llegamos no sabíamos nada, ni siquiera el idioma, pero con el fútbol fue más fácil hacer amigos”, contó en entrevista con el diario As.
Su vida no tiene los lujos habituales del fútbol profesional. Para entrenar debe conducir hasta dos horas y, durante las concentraciones, aprovecha para cortar el pelo a sus compañeros: es barbero, un oficio que alterna con los entrenamientos y que le permite estar más cerca de su familia. Hasta hace poco también trabajaba como mecánico de camiones, pero tuvo que dejar ese empleo por las exigencias físicas.
“Es duro cuando uno tiene familia, pero es el riesgo que uno toma con la esperanza de que valga la pena”, reflexiona Lagos, quien asegura que no pierde la pasión ni el compromiso con el deporte.
Admirador de Luis Díaz, extremo del Liverpool y de la selección Colombia, Lagos dice ver similitudes en su estilo de juego. “Aunque soy lateral izquierdo y derecho, creo que con la pelota tengo mucho parecido con Lucho”, afirma.
Ahora, con el boleto en mano para enfrentar a gigantes como Bayern Múnich, Boca Juniors y Benfica, Lagos se prepara para vivir el reto más importante de su carrera. “Todavía no me creo dónde estoy. Es algo muy bonito”, concluye emocionado.
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