La jornada electoral reflejó el rechazo masivo al régimen y profundizó la crisis política
Artículo: Las calles de Venezuela amanecieron desiertas. Centros de votación vacíos, boletas sin marcar y urnas que apenas registraban movimiento. Lo que debió ser una jornada electoral para renovar gobernaciones y legisladores, terminó convirtiéndose en una contundente muestra de repudio ciudadano. La abstención, como pocas veces en la historia reciente, se impuso como mensaje político.
A pesar de las amenazas del régimen y las presiones sobre empleados públicos, los venezolanos decidieron no participar en la convocatoria de Nicolás Maduro. Según cifras de la oposición, apenas el 12,56% de los votantes acudió a las urnas, dejando en evidencia la falta de legitimidad del proceso. La dictadura, en su intento de maquillar la realidad, reportó una participación del 42,63%.
La desconfianza en el sistema electoral se arrastra desde los comicios presidenciales de julio pasado, cuando el oficialismo se adjudicó una victoria sin pruebas fehacientes. Edmundo González Urrutia, el candidato opositor, había vencido con amplio margen, pero la maquinaria chavista anuló la voluntad popular.
En esta nueva farsa, la estrategia opositora liderada por María Corina Machado fue clara: el silencio como respuesta. El país entero le dio la espalda al régimen, dejando vacíos los colegios electorales y marcando un precedente en la lucha contra el gobierno.
Pero Maduro, consciente del rechazo, ya adelantó sus próximos movimientos. Durante la jornada, anunció su intención de reformar el sistema electoral, planteando una "reingeniería" que profundizaría el control del régimen sobre los procesos de votación.
El mensaje del pueblo es claro. Venezuela ya votó el 28 de julio. Lo que sigue es el reconocimiento internacional de un país que se resiste a seguir bajo la sombra de una dictadura.
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