Artículo:
Por: Santiago Valencia Córdoba - Columnista invitado
El papel de los medios en la polarización nacional vuelve a encender el debate
Mientras el presidente Gustavo Petro intenta gobernar en medio de críticas feroces y apoyos fervorosos, surgen preguntas que incomodan a más de uno: ¿están ciertos periodistas ejerciendo su labor informativa o han cruzado la delgada línea hacia el activismo político? ¿Qué ocurre cuando la libertad de prensa se utiliza como escudo para alimentar la polarización?
La crítica constante que incendia
Desde el inicio de su mandato, Petro ha sido blanco de constantes señalamientos, pero la frecuencia e intensidad con la que Blu Radio enfoca sus editoriales y entrevistas sobre su gobierno ha generado sospechas y reacciones encendidas. El tono asumido por Morales y Ospina, más cercano a la confrontación personal que al análisis político, ha desatado una discusión nacional sobre los límites del periodismo responsable.
Las críticas no son nuevas ni están mal vistas en una democracia vibrante. Lo alarmante es la aparente sistematicidad y el carácter personalista de algunas intervenciones que, lejos de informar, parecen fomentar una narrativa de confrontación que se replica en redes, en cafés y hasta en las plazas públicas.
El presidente también enciende fuegos
Sin embargo, el presidente Gustavo Petro no ha estado exento de responsabilidad en esta crisis discursiva. Su insistencia en clasificar a los colombianos bajo categorías de “ricos” y “pobres”, su constante referencia a élites versus pueblo, y sus mensajes cargados de simbología de lucha, también han contribuido a la fractura del diálogo nacional.
Este discurso, aunque legítimo en un contexto de lucha social, ha sido percibido por muchos sectores como una forma de estigmatización que profundiza la brecha entre ciudadanos. En lugar de tender puentes, a veces parece levantar muros. Y esa narrativa, repetida desde la Presidencia, puede resultar tan inflamable como cualquier micrófono mal usado en una cabina de radio.
Medios que marcan la diferencia
En contraste, emisoras como Caracol Radio y W Radio, si bien críticas con el gobierno, han mantenido un tono más institucional. Su ejercicio periodístico —aunque duro y cuestionador— se ha enfocado en hechos verificables, sin caer en provocaciones personalizadas.
Este contraste evidencia que sí es posible ejercer un periodismo independiente sin alimentar el odio, sin caer en trincheras ideológicas. La crítica legítima, cuando se ejerce con fundamentos, enriquece el debate público. Pero cuando se convierte en ariete político disfrazado de análisis, pone en riesgo la paz social.
Un llamado a la cordura... y al corazón
En tiempos de polarización, cada palabra en un micrófono importa. Colombia atraviesa una etapa delicada: reformas polémicas, tensiones institucionales y desafíos sociales que exigen serenidad informativa. Desde el periodismo, se debe construir ciudadanía, no trincheras.
Y desde el gobierno, también. Porque cuando quien ocupa la Casa de Nariño alimenta el discurso de confrontación social y reproduce etiquetas que separan en lugar de unir, también se convierte en actor directo de la división.
Por favor, por el amor a ese colombiano que fue atacado injustamente, que es un hombre valioso para este país, pensemos en que también es producto de estos extremos. No es solo una víctima aislada, sino un reflejo del país herido que estamos ayudando a construir con cada palabra mal dicha, con cada silencio cómplice, con cada ataque innecesario.
El periodismo tiene el poder de encender conciencias, pero también el deber de apagar incendios cuando lo que está en juego es la unidad de un país. La pregunta final queda sobre la mesa: ¿están todos los medios —y todos los líderes— cumpliendo con esa responsabilidad?
0 Comentarios