Hoy alzamos la voz no para condenar, sino para advertir. Advertir no a los corruptos —que ya han hecho de la impunidad su escudo— sino a los empresarios, emprendedores y trabajadores honestos de Colombia. Porque mientras muchos han centrado su indignación en la figura presidencial, lo verdaderamente grave ocurre más abajo, en las cloacas del poder que habita nuestro Congreso y otras ramas del Estado.
El gobierno del Dr. Gustavo Petro, con todos los errores que se le puedan atribuir —en buena parte derivados de la falta de experiencia que requiere gobernar un país complejo— nos deja, sin proponérselo, un legado invaluable: la advertencia.
Una advertencia que debería calar hondo en quienes aún creen en el país. En quienes generan empleo, en quienes madrugan, en quienes resisten. Porque Colombia no se cambia desde la presidencia. Se cambia desde la conciencia colectiva. Y hoy esa conciencia debe enfocarse en entender que no hay política buena sin ciudadanos honestos, sin vigilancia activa, sin propuestas reales.
El Congreso: nuestro verdadero problema
No podemos ignorar que un alto porcentaje del Congreso y la Cámara de Representantes ha estado, y sigue estando, inmerso en escándalos de corrupción, alianzas con narcotraficantes y pactos con bandas criminales. Son esos mismos legisladores quienes bloquean reformas que combatan los privilegios judiciales. Y son esos mismos quienes evitan el verdadero cambio.
Por eso es urgente repensar nuestra Constitución. Desde aquí proponemos lo siguiente:
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Voto dual y vinculante: Que en las elecciones presidenciales no solo se elija un candidato, sino que también se vote por su programa de gobierno. El plan de gobierno se convierte así en un mandato legal, de obligatorio cumplimiento, para evitar el populismo improvisado o el incumplimiento sistemático de promesas.
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Reforma judicial estructural:
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Suspensión temporal (por 20 años) del principio de vencimiento de términos: Esta figura ha sido instrumentalizada por corruptos para evadir la justicia. En su lugar, plazos estrictos pero ampliables deben garantizar justicia oportuna, no impunidad disfrazada.
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Eliminación definitiva de la casa por cárcel para delitos relacionados con corrupción, narcotráfico y crimen organizado.
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Reclusión en cárceles comunes, sin privilegios, para todo aquel que infrinja la ley.
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Construcción de mega cárceles como política de Estado, dignas, modernas y capaces de garantizar seguridad y resocialización, pero sin caer en el asistencialismo que premia al criminal por encima del ciudadano de bien.
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El poder de elegir bien
Finalmente, es imperativo que el pueblo elector asuma su papel con plena responsabilidad. No basta con indignarse. Hay que votar con conciencia, con información, con memoria. No se trata solo de rechazar al corrupto, sino de elegir al idóneo.
Colombia aún puede levantarse, pero no con gritos ni con caudillos. Solo con estructura, con ley, con justicia. Como dice la expresión hebrea "Gant Zou Letová" (גם זו לטובה): Esto también es para bien. Que esta crisis sea el impulso para una verdadera refundación ética del país.
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